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HISTORIAS DE LA RUTA 66: La Ballena Azul de Catoosa
Hugh Davis construyó la Ballena Azul de Catoosa como regalo de 34 aniversario de bodas para su esposa Zelta. Aunque en un principio se instaló en una propiedad privada, las agradables aguas del lago donde se posó y su llamativa sonrisa pronto llamaron la atención de los viajeros y de las familias de la zona, que la convirtieron en una atracción muy popular.
Hoy, más de cincuenta años después de terminarse, este cetáceo de 25 metros sigue dando la bienvenida a una de las atracciones más reconocibles de a lo largo de la Ruta 66. Y aunque ya no se exhiben animales ni se permiten chapuzones en el agua, se anima a los visitantes a darse un paseo por las instalaciones y capturar con nostalgia los recuerdos del ayer.
La adorable Ballena Azul de Catoosa que sigue recibiendo al visitante con una gran sonrisa es una de las atracciones más queridas de la Ruta 66. Un icono de la Carretera Madre nacida del amor de un hombre por su esposa y su comunidad.
Hugh Davis y Zelta Vitura Whitlock
Casi al mismo tiempo en que Hugh y Zelta compraron una propiedad a las afueras de Catoosa, el cuñado de Hugh, Wayne Henry «Chief Wolf Robe» Hunt, un indio Acoma conocido por sus pinturas y por ser un orfebre cualificado, andaba buscando una ubicación para una abrir un puesto comercial junto a la carretera. Con ese fin, las dos familias decidieron asociarse y abrir el CATOOSA INDIAN TRADING POST cerca de la casa de los Davis.
Más adelante, cuando la Ruta 66 partió la propiedad por la mitad, Hugh y Zelta decidieron vender su parte del negocio al jefe indio y construir algo nuevo al otro lado de la carretera.
Luego crearon el Nature´s Acres, al que los residentes de la zona simplemente llamaron Catoosa Alligator Ranch, con caimanes, animales de granja y senderos naturales.
Zelta Davis en el Nature´s Acres. Con el tiempo, el estanque se convirtió en el hogar de la sonriente Ballena Azul de Catoosa, el sorprendente regalo de aniversario con el que Hugh quiso recompensar su amor por Zelta y su pasión compartida por los animales.
A principios de los 70, a Hugh se le ocurrió sorprender a su esposa Zelta por su 34 aniversario de bodas. A Zelta se fascinaban los cetáceos y tenía una gran colección de figuritas de todo tipo de ballenas, así que decidió construir para ella una ballena azul gigante, a la que situó en el borde del estanque.
Su construcción contó con la colaboración desinteresada de su amigo Harold Thomas, un soldador que le ayudaría a completar la estructura interior de hierro de aquel mastodonte de 6 metros de alto y 24 de largo. Juntos tardaron dos años en construir aquella enorme criatura de 6 metros de alto y 24 de largo. Y al finalizarse en 1972, Hugh ya tenía 72 años y sufría de una artritis paralizante.
Zelta Davis nunca sospechó de los planes de Hugh: «Comenzaron a poner toda esas tuberías en el lago. Hugh sabía exactamente lo que iba a construir, pero no me lo dijo. Si le preguntaba, simplemente sonreía y me decía: ‘Estoy trabajando en eso», dijo en una entrevista en 1997. También describió a la ballena como el mejor regalo de aniversario de bodas que jamás había recibido: “Me encantaban los animales”, explicó. “Mi esposo, Hugh, quería regalarme el animal más grande que había. Y me dio la ballena”.
Los años dorados
Resultaba difícil esconder la enorme ballena de las miradas curiosas de los que no dejaban de preguntarse qué demonios era aquello. Aunque en un principio se trataba de una propiedad privada, había quien se colaba para disfrutar en silencio del estanque y de sus agradables aguas.
Las demás atracciones continuaban abiertas, así que los lugareños comenzaron a disfrutar de Blue Whale durante el verano de 1972 incluso antes de que se pintara de azul. Su amplia sonrisa y su espíritu juguetón en seguida capturó los corazones y la imaginación de todos los niños que querían saltar de su cola, deslizarse por toboganes y mirar a través de los agujeros de su cabeza.
Durante todo el tiempo que duró la construcción de la Ballena Azul de Catoosa, Zelda no supo nada del plan de Hugh.
Finalmente, y por decisión de Zelta, la Ballena se pintó de Azul. Y en cuanto cogió un poco de color, la llamativa obra fue visible desde la carretera, por lo que pronto llamó la atención de los viajeros de la Ruta 66.
Con el tiempo, Davis trajo toneladas de arena para crear una playa artificial, colocó mesas de picnic a su alrededor, contrató socorristas, puso barcas en el agua y la nueva atracción se abrió al público en general, con lo que se acabó de consolidar como una atracción muy popular.
Mientras tanto, las familias disfrutaban de un entorno divertido y seguro, con mesas de picnic, arena artificial para tomar el sol y barcas proporcionadas en Nature’s Acres.
Durante los 16 años siguentes, la sonriente ballena se convirtió en uno de los lugares más reconocibles de la Ruta 66, sin embargo, se avecinaban tiempos difíciles. El éxito de la gran Ballena Azul duró muchos años, pero al final, la luz que una vez brilló en Catoosa, acabó por apagarse. Y es que en 1988, obligado por su delicada salud, Hugh tuvo que cerrar el parque acuático…
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Cierre y deterioro
Cuando Hugh murió dos años más tarde, el parque quedó a expensas del abandono, el clima y los actos vandálicos, por lo que se deterioró rápidamente. Sin mantenimiento, la pintura se desmoronó lentamente, la naturaleza de apoderó del paisaje y el estanque se volvió turbio. Las instalaciones se degradaron y todo lo que podía ser robado, fue robado.
A pesar del deterioro, la Ballena Azul de Catoosa nunca desapareció del todo. Había dejado de ser una atracción, pero pasó a convertirse en un lugar de culto para muchos viajeros nostálgicos de pasado olvidado de la Ruta 66, que deseaban contemplar quién sabe si por última vez, su tierna sonrisa.
Este patrón de deterioro se repitió en muchos pueblos y atracciones a lo largo de la Ruta 66, cuando las autopistas interestatales obviaban gran parte de los pequeños pueblos que vivían del paso de vehículos por su calle principal. Afortunadamente, la gente de Catoosa se unió para ayudar a devolver su ícono a su antiguo esplendor…
Resurgimiento
En 2001, mientras todo esto sucedía, Zelta Vitura Whitlock Davis murió a la edad de 81 años.
En verano de 2011, la Ballena Azul recibió una nueva capa de pintura, devolviéndole su antigua sonrisa. Restaurada y pintada de nuevo con su azul brillante original, volvió a abrir al público, incluyendo también el área de picnic, que también fue renovada.
Presente y futuro
Aunque la Ballena Azul no ha vuelto a lucir tanto como cuando abrió, sigue conservando parte del atractivo que la hizo tan popular y, desde luego, sigue siendo un lugar digno de ver.
Desafortunadamente, el arca donde se alojaba el terrario no formó parte del proyecto de restauración, así que se abandonó a su suerte. Aún así, sus restos, aunque deteriorados, todavía permiten imaginar como era este lugar cuando era el destino favorito de las excursiones de la escuela local.
El resurgimiento de la Ballena Azul de Catoosa es una tendencia cada vez mayor en atracciones y pequeños pueblos a lo largo de la Ruta 66, con cientos de voluntarios que trabajan desinteresadamente para preservar una parte importante de la historia y ofrecer algo de nostalgia a las nuevas generaciones.
La sonriente Blue Whale de Catoosa, coronada por una divertida gorra blanca. A la iaquierda, lo que queda del Animal Reptile Kingdom (las siglas ARK todavía se pueden ver en la proa del arca), donde se exhibían todo tipo de reptiles. Fotografías cortesía de Brent Moore, en Flickr: https://www.flickr.com/photos/brent_nashville/52315025957/in/photostream/
Por suerte, el final de la Ballena Azul todavía no ha llegado. El regalo que Hugh Davis construyó hace ya muchos años para su esposa continua vivo gracias a la nostalgia y generosidad de un grupo de ciudadanos concienciados.
A día de hoy, los curiosos se siguen deteniendo en Catoosa, pero las almas románticas siempre la querrán por lo que es, una enorme muestra de amor, un gran corazón azul, compartido por dos almas que fueron de la mano hacia donde se encontraba la vida salvaje.