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Nueva York: La Estatua de la Libertad
A la entrada del puerto de Nueva York, aislada sobre un islote, se alza la Estatua de la Libertad, levantando la antorcha de llama dorada que animó el corazón de millones de inmigrantes que huían de la miseria o de la opresión. Para ellos, su visión significaba el final de una larga y dolorosa travesía por el Atlántico, pero también un nuevo comienzo.
La llegada a la tierra de la libertad y el progreso significaba el preludio de una vida plena, en libertad y felicidad.
Hoy en día ya nadie recuerda que no fue concebida inicialmente como la “madre de los exiliados”, sino como un tributo en recuerdo a una alianza militar labrada durante la Guerra de la Independencia americana. Y es que la misma dama que ha dado la bienvenida a millones de inmigrantes es también una forastera llegada de Francia.
La libertad iluminando al mundo en la actualidad. Durante más de un siglo, «Miss Liberty» ha dado la bienvenida a los viajeros que han llegado por mar a Estados Unidos.
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Un poco de historia…
Detrás de uno de los símbolos más famosos de nuestros tiempos hay una historia fascinante que merece ser contada. Para empezar, el nombre original de la que hoy conocemos como Estatua de la Libertad es bastante más poético que el actual: Liberty Enlightening the World, la libertad iluminando el mundo.
Edouard Laboulaye
La historia de la Estatua de la Libertad se remonta a una cena de verano de 1865, en Glatigny, Francia. Los invitados eran reformistas políticos, liberales y demócratas, todos ellos adversarios de Napoleón III y de su régimen autoritario. El anfitrión era Edoudard de Laboulaye, profesor de derecho en el prestigioso Collège de France y seguidor del sistema de gobierno norteamericano cuyas virtudes de libertad e independencia ambicionaba para su país.
Con la elección de un regalo para la conmemoración del centenario de la independencia norteamericana, la oposición francesa se proponía aludir a su propio gobierno con un símbolo que, además de reconocer la amistad y solidaridad entre ambos pueblos, también debía convertirse en una alegoría sobre la libertad y democracia como modelo universal de civilización.
Laboulaye, además, sugirió que el monumento debería partir de un esfuerzo conjunto entre las dos naciones. Los franceses se ocuparían de financiar la estatua mientras que los americanos recaudarían fondos para levantar el pedestal sobre el que esta se colocaría.
Frédéric-Auguste Bartholdi
Uno de los comensales era Frédéric-Auguste Bartholdi, un ambicioso escultor de 31 años, natural de Colmar, Alsacia, que soñaba con esculpir un monumento de enormes dimensiones a modo de Coloso de Rodas, así que parece evidente que la idea de agasajar a la joven nación con una gran estatua saliera de él. Además, ya disponía de unos planos que podría reconvertir para La libertad iluminando al mundo.
La pieza propuesta por el escultor francés era una figura de mujer de rostro clásico sosteniendo, con un brazo, una antorcha y con el otro una tabla grabada.
A través de su luz, la antorcha daría su bendición a la joven nación norteamericana e iluminaría al mundo por encima de cualquier tipo de régimen tiránico.
Bartholdi basó su proyecto en el arte de la antigüedad, de tal forma que los pliegues de la toga fueran reminiscencias de la Grecia clásica, cuna de la democracia. La corona de siete puntas era una alusión a los 7 mares del mundo y a los siete continentes del mundo antiguo. Como modelo para el rostro de la libertad, parece que el escultor escogió el de su madre, Charlotte, “marcado por la severidad y el dolor”.
El escultor alsaciano barajó durante años un proyecto colosal para celebrar la apertura del canal de Suez, en 1869, donde había previsto un faro con forma de figura femenina de dimensiones colosales, una especie de versión moderna del ‘Coloso de Rodas’. El enorme monumento debía de estar situado sobre un pedestal en el acceso sur al canal e iba a representar a una campesina egipcia sosteniendo una antorcha sobre su cabeza cuyo lema sería “Egipto lleva la luz a Asia”.
Sin embargo, los egipcios no disponían del dinero necesario, de manera que el finalmente el proyecto no se llevó a cabo.
Bartholdi siempre insistió en que la más conocida de sus estatuas era una obra original y no la simple reconversión de un antiguo proyecto frustrado, pero lo cierto es que, para la nueva diosa de la libertad, el modelista transformó el vestido árabe del diseño original en una túnica greco-romana y poca cosa más.
Bartholdi viaja a Estados Unidos
Bartholdi viajó por primera vez a EE.UU en 1871 para elegir el emplazamiento. De inmediato encontró a ubicación idónea desde donde la gran dama llamaría poderosamente la atención: Bedloe´s Island, una pequeña isla en el puerto de Nueva York que a partir de 1956 pasaría a llamarse Liberty Island.
Desde aquí escribiría a Laboulaye: “Aquí percibo el espíritu del lugar; esta es la primera tierra que ven los llegados al Nuevo Mundo; este es el lugar sobre el que debe ser erigida mi estatua, para emitir los destellos de libertad al Viejo y al Nuevo Mundo”.
Construcción en Paris
Para llevar a cabo el proyecto, se debía conseguir financiación privada, por lo que se organizaron campañas de publicidad, actos públicos y exhibiciones para recaudar fondos. Con ese mismo propósito, y sin tener completado aún el diseño final de la estatua, Bartholdi decidió construir el antebrazo con la antorcha y la cabeza. La antorcha viajaría a EE.UU para ser exhibida durante la Exposición Universal de Filadelfia de 1876 y la cabeza se quedaría en Paris para ser presentada en la Exposición Universal de 1878.
La Libertad iluminando al mundo se construyó en Paris entre 1874 y 1884. Para la realización de la estructura de la estatua consiguieron los servicios del reputado ingeniero Gustave Eiffel, unos cuantos años de que inaugurase su propia obra maestra en Paris. Eiffel se las ingenió para colgar 88 toneladas de fino cobre sobre una estructura de hierro, de manera que la estatua fuera lo bastante flexible como para soportar los fuertes vientos de la bahía de Nueva York.
Hombres en un taller martillando láminas de cobre para la construcción de la Estatua de la Libertad. The New York Public Library. Digital Collections
El 18 de febrero de 1879, Bartholdi registró la patente en estos términos:
“Una estatua que representa la Libertad que ilumina el mundo: consiste en un personaje femenino vestido, con un brazo levantado, portando una antorcha, mientras que el otro sostiene una tabla grabada, y con una diadema sobre la cabeza. El rostro tiene rasgos clásicos, pero graves y tranquilos, con el cuerpo ligeramente vencido del lado izquierdo para que la pierna de ese lado mantenga el conjunto en equilibrio”
A la izquierda, montaje en Paris. A la derecha, exhibición de la cabeza de la Estatua de la Libertad en la Exposición Universal de Paris (1878). The New York Public Library. Digital Collections. Durante la exhibición se vendieron entradas para subir al observatorio de la corona.
La estatua, cuya fina piel se formó con 300 piezas de cobre de 2.37mm de grosor, se completó en julio de 1884.
Esbelta y radiante, fue desmontada y empaquetada en 214 cajas para emprender su travesía por el Atlántico hasta Nueva York, donde llegó en la primavera de 1885.
El medio de transporte quizá no fuera el más apropiado: la dama, mediadora en el acercamiento entre naciones, viajó en un barco de guerra.
La antorcha de «Miss Liberty» tenía un balcón
El brazo se trasladó a Estados Unidos en agosto de 1876 para ser exhibido en la Exposición Universal de aquel año en Filadelfia y conseguir así financiación para el pedestal. Allí se podían ver algunos bocetos del proyecto y, además era posible ascender, previo pago, hasta el balcón que rodeaba la antorcha. Era una forma de transmitir el mensaje de que la idea ya estaba en marcha y que cuando finalizara su construcción, la gente podría ascender hasta el mismísimo balcón para poder apreciar las vistas desde lo alto de la estatua.
Cuando finalmente se construyó todo el conjunto, el brazo se montó tal cual, con el balcón en la antorcha.
En 1986, la ya muy deteriorada antorcha de cobre y vidrio ámbar, fue reemplazada por otra nueva con un diseño mucho más resistente y con un chapado en oro de 24kilates.
A partir de entonces, la que fue la luz de la libertad para millones de inmigrantes desde 1886 descansó en el pequeño museo del pedestal, dentro de un espacio que explicaba la historia de la Estatua de la Libertad. Tras los atentados del 11-S el museo limitó mucho sus visitas, como parte del paquete de medidas de seguridad adoptadas en lugares potencialmente objetivos terroristas.
Desde mayo del 2019 la vieja antorcha luce en su flamante nueva ubicación el recién inaugurado Museo de la Estatua de la Libertad, en la misma Liberty Island, donde ocupa uno de sus espacios centrales. Un lugar que, por fin, le hace justicia.
La famosa lumbre podrá ser contemplada junto a otros reclamos, como una réplica del rostro de Lady Liberty, que desde 1886 mira con serenidad la entrada al puerto de Nueva York.
La Estatua de la Libertad viaja a Estados Unidos
Iban a pasar 2 años más hasta que la estatua no fuera debidamente inaugurada. Los americanos no estaban, precisamente, entusiasmados con la llegada de Miss Liberty. Ni siquiera desempaquetaron la estatua cuando llegó al Nuevo Mundo. El desinterés era comprensible, pues al fin y al cabo, ellos no la habían pedido.
Uno de los inconvenientes era que los homenajeados debían aportar el dinero para la construcción del pedestal sobre el que erigir a la gran dama. Y, por lo que sea, estos no podían, o no querían, rascarse el bolsillo, así que tuvo que promoverse una larga y compleja campaña de recaudación entre 1876 y 1886 para financiar el pedestal.
JOSEPH PULITZER
La solución vino de la mano del magnate de la prensa Joseph Pulitzer, un inmigrante judío, que convirtió su periódico “The World”, en foro del dramático llamamiento. El 15 de marzo de 1885 criticó a los ricos por no financiar el pedestal e invitó a todos los norteamericanos a realizar un donativo para su construcción:
“El pueblo francés (trabajadores, comerciantes, vendedoras, artesanos,… ) ha aportado los 250.000 dólares que ha costado la estatua. Dejad que respondamos de igual forma. No permitáis que esperemos la aportación de millonarios. Donad algo, por poco que sea, y enviádnoslo. Nosotros nos encargaremos de publicar el nombre de cada uno de los donantes, independientemente de la cantidad que hayan donado”.
La acción supuso un éxito por partida doble para Pulitzer. No sólo la recaudación fue millonaria, sino que la tirada de su periódico aumentó considerablemente. El 11 de agosto de 1885 había logrado cumplir con creces el objetivo que se había propuesto: recaudar más de 100.000 dólares de más de 120.000 donantes.
EMMA LAZARUS
Quizás el más conocido de sus poemas es “El nuevo coloso”, que Emma escribió como homenaje a la libertad.
Detrás de sus palabras hay una evidente intención política. Por ejemplo, la mención a la «Madre de los exiliados» se refiere a la multitud de personas pobres que vinieron a los Estados Unidos para buscar una vida mejor.
Y es que a finales del s.XIX, Estados Unidos era un país de inmigrantes.
Ironías de la vida, sus palabras fueron inscritas en el pedestal en 1903, más de 15 años después de su muerte.
THE NEW COLOSSUS
No como el gigante descarado de la fama griega,
Con miembros conquistadores a horcajadas de tierra en tierra;
Aquí, a nuestras puertas bañadas por el mar y al atardecer, estará
Una mujer poderosa con una antorcha, cuya llama
Es el rayo encarcelado, y su nombre es
Madre de los Exiliados. Desde su faro
Brilla la bienvenida mundial; sus ojos apacibles
Dominan el puerto con puentes aéreos que enmarcan las ciudades gemelas.
«¡Conservad, tierras ancestrales, su pompa legendaria!» grita ella
Con labios silenciosos. «Dadme a vuestros rendidos, a vuestros pobres, a vuestras masas hacinadas anhelando respirar en libertad, el desamparado desecho de vuestras rebosantes playas. Enviad a estos, los sin techo, a la tempestad, a mí, levantaré mi lámpara junto a la puerta dorada!»
Inauguración
Tras la recaudación, la impaciencia se apoderó de los neoyorquinos y se empezó a trabajar a destajo.
La inauguración tuvo lugar a bombo y platillo el 28 de octubre de 1886, una jornada gris y lluviosa, que fue declarada festiva. Ese día, un desfile monumental con 20.000 participantes recorrió las calles de Manhattan y una flota de barcas, canoas y barcos atravesó el puerto.
Para entonces, Laboulaye había pasado a mejor vida y fue Bartholdi quien tiró del cordel que envolvía la estatua y el flamante pedestal de 46 metros sobre el que se sostenía.
Al tiempo que los miles de espectadores quedaban deslumbrados, el presidente Grover Cleveland pronunció las siguientes palabras: “Desde este lugar, la luz de a libertad debe alumbrar la oscuridad de la ignorancia y de la opresión, hasta que la libertad ilumine al mundo entero”.
Entre todas las embarcaciones se encontraba una pequeña goleta que había sido fletada por un grupo de sufragistas. Equipadas con megáfonos, aquellas valientes feministas rodearon Bedloe´s Island y con sus protestas en contra de la discriminación de las mujeres en aquella sociedad norteamericana, consiguieron enojar a todos los invitados.
Los asistentes a la celebración tan sólo tenían que mirar a su alrededor para comprobar que las protestas de las manifestantes eran más que justificadas: entre los seiscientos invitados apenas podían contarse dos mujeres, y eso, que el motivo de la celebración tenía un carácter indiscutiblemente femenino.
MEDIDAS
Desde donde mejor se aprecian las dimensiones gigantescas de la estatua es a los pies del monumento. La estatua mide 46 metros de altura (93 incluyendo su pedestal) y pesa 225 toneladas.
Está cubierta por una capa de cobre de 2,37 milímetros de espesor y su color es verde claro debido al resultado de la erosión natural del cobre.
Posee una cabeza de 3 por 5 metros y un contorno de cintura de 10,7. El brazo que sostiene la antorcha tiene una longitud de 3.6 m. y su índice mide 2.4 m.
SÍMBOLOS
La Libertad está representada por una mujer coronada que pisa los grilletes de la tiranía. En su mano izquierda tiene el libro de la Declaración de Independencia con la fecha de su proclamación, el 4 de julio de 1776, mientras que en su mano derecha enarbola la antorcha simbólica que se alza 93 m sobre el nivel del mar. La antorcha y la corona (cuyos siete rayos simbolizan los 7 mares y 7 continentes) se iluminan por la noche.
Las cadenas y los grilletes debajo de su pie izquierdo, de los que se está soltando simbolizan la liberación de la opresión.
SIGNIFICADO ORIGINAL
El valor simbólico de la estatua de la libertad radica en dos factores básicos.
1. Afianzar la alianza histórica entre Estados Unidos y Francia.
2. Evocar el establecimiento de los principios de libertad y democracia reconocidos en la declaración de independencia, que la estatua sostiene en su mano izquierda.
Restauración
Con el paso del tiempo, Lady Liberty necesitó algunos cuidados, así que fue sometida a una profunda restauración en 1986 que concluyó con fuegos artificiales. Una celebración por todo lo alto para conmemorar su centenario, coincidiendo con el Día de la Independencia, el 4 de julio de 1986.
Símbolo de libertad
En el momento de su inauguración la estatua representaba la estabilidad de la república. La idea de que Liberty pudiera convertirse en la madre de los exiliados no se le había pasado por la cabeza a los franceses. Serían los inmigrantes que empezaron a llegar a partir de 1886 los que transformarían el significado de la doña.
Y es que para la inmensa mayoría de los que llegaban a Ellis Island huyendo del sufrimiento o buscando refugio, la majestuosa dama era un símbolo de libertad, de una poderosa representación de ideales como la democracia, la paz, la libertad, los derechos humanos y, sobre todo, de la ilusión por una nueva vida llena de oportunidades.
Incluso el poema inscrito a sus pies parece que apunta en esa dirección y no en la idea original de amistad entre naciones: ¡Dadme a vuestros rendidos, a vuestros pobres, a vuestras masas hacinadas…».
Paradójicamente, para muchos estadounidenses (antiguos inmigrantes o hijos de…), los centenares de miles de expatriados que pasaban junto a la estatua eran más temidos que bienvenidos, un rechazo que acabó cristalizando en las leyes de 1920 que establecían cuotas de inmigrantes por países. l rechazo a esos rendidos, a esos pobres,… es una suerte de contradicción entre las políticas de inmigración y lo que simboliza la estatua.
Visita a la Estatua de la Libertad
La Libertad iluminando al mundo, es Monumento Nacional desde 1924 y Patrimonio Mundial de la ONU desde 1984. Básicamente, la excursión consiste en que explorar el recinto, examinar a Lady Liberty desde todos los ángulos, disfrutar de las vistas sobre Manhattan y entrar al más que interesante museo.
La visita en sí es gratuita pero es necesario pagar el barco que llega hasta allí. El ferri, operado por la empresa Statue Cruises, sale del Castle Cilinton, en Battery Park (Manhattan) o de Liberty State Park (New Jersey). La excursión suele hacerse conjuntamente con la visita a la vecina Ellis Island, donde está el interesantísimo Museo de la Inmigración, cuya entrada también está incluida en el precio.
Hay que reservar por adelantado y madrugar para evitar largas colas. También se puede reservar un tour organizado. Durante las primeras horas de la mañana, se obtiene una hermosa luz para la fotografía. Para ver el interior del pedestal o la corona hay que comprar la entrada en la web oficial con mucha antelación.
Después del 11-S
Lady Liberty ha visto de cerca el crecimiento de Manhattan y con él, el barrio que elevó a las torres que más han simbolizado el enorme poderío económico de la ciudad de Nueva York. Su privilegiada ubicación también la obligó a ser testigo de los 149 minutos de caos y terror vividos durante el mayor ataque terrorista en suelo estadounidense. Una agresión sin precedentes que cambió la silueta de la ciudad para siempre.
La Estatua de la Libertad, días antes del atentado contra las torres gemelas (2001). Tras el 11-S, la isla fue puesta en cuarentena durante meses por temor a que corriera la misma suerte que los dos rascacielos.
La Estatua de la Libertad, 10 años después de los atentados del 11-S (2011)
Veinte años tardó Bartholdi en ver su sueño hecho realidad. Desde entonces, la libertad iluminando al mundo sigue emocionando a todo aquel que se aproxima a ella en barco, aunque no de la misma forma en que lo hicieron aquellos primeros inmigrantes.
Desgraciadamente, las palabras de Emma Lazarus siguen siendo tan oportunas como lo fueron entonces.