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LA RUTA 66 EN NUEVO MÉXICO. Tramo 1. De Glenrio a Santa Rosa, 100km
En la actualidad, los pueblos abandonados en este viejo y desgastado tramo de la Ruta 66 sólo son visitados por unos pocos apasionados de la Ruta 66 deseosos de revivir auténticas historias de la Carretera Madre. Y es que muchos turistas, ya sea por falta de tiempo, interés o desconocimiento, no pasan por lugares como estos, con quilómetros de carretera sin asfaltar salpicados de edificios polvorientos que llevan abandonados mucho tiempo. Se van directamente a los museos, a las tiendas de souvenirs o a hamburgueserías famosas de poblaciones que no han muerto del todo…
Los 70km que van de Glenrio a Tucumcari discurren paralelos a la I-40. Y aunque para algunos es emocionante visiar y conocer las pequeñas memorias que esconden estos pueblos abandonados, hay quien prefiere tomar directamente la interestatal y plantarse en Tucumcari mucho más rápido, obviando la experiencia de recorrer tramos que apenas han sufrido cambios en positivo desde que hace más de 50 años.
Para la mayoría de viajeros, Tucumcari es todo aquello que se desarrolla comercialmente alrededor de la interestatal 40, pero los que deciden cruzar la ciudad a lo largo de los 8 km del Tucumcari Boulevard, donde carteles de neón, moteles antiguos, cafés y tiendas de curiosidades todavía conservan parte de aquel encanto de los años 40 y 50, pueden imaginarse cómo era la Ruta 66 en sus días de gloria ,
Más allá de Tucumcari, esperan varios pueblos fantasma ubicados en el tramo histórico de la Ruta 66 que une esta ciudad con Santa Rosa.
Glenrio ( Texas & Nuevo México )
Entrando a Nuevo México por el este, lo que queda de la Ruta 66 es una vieja pista de gravilla que llega a GLENRIO, una ciudad olvidada situada ambos lados de la frontera entre Texas y Nuevo México que figura en el Registro Nacional de Lugares Históricos desde 2007.
No alcanza más de dos quilómetros de largo, pero esconde muchas historias para aquellos que deseen detenerse y rebuscar entre sus escombros.
Muchos pueblos se desvanecieron en mayor o menor medida después de la construcción de la autopista interestatal. GLENRIO no fue una excepción, convirtiéndose en un auténtico pueblo fantasma de la noche a la mañana. Sus cafés, estaciones de servicio y moteles vacíos dan fe de que los viajeros lo olvidaron rápidamente.
Ahora sólo quedan los restos dispersos de un pasado más feliz, cuando el pueblo ciudad recibía, alimentaba y acogía a los viajeros en su camino hacia California.
Hacia 1901, el lugar donde hoy descansan los vestigios de lo que un día fue la población de Glenrio estaba ocupado por pequeños agricultores dispersados por la zona.
En 1903, la línea de ferrocarril de Rock Island inauguró una estación, que permitió la llegada de ganado y todo tipo de carga. Con él, el asentamiento prosperó y, con el tiempo, las grandes haciendas ganaderas dieron paso al cultivo de cereales.
El nombre de la comunidad pasó a ser Glenrio ( a veces Glen Rio). Se supone que es la unión de las palabras Glen (valle, en escocés) y la palabra española Rio, pero se desconoce el por qué de tal nombre, ya que aquí ni hay rio ni hay ningún valle.
El primer negocio de la ciudad fue el Hotel Kirkpatrick, abierto en 1910 por J.W. Kirkpatrick. A él le siguieron varios colmados, una panadería, la primera oficina de correos, una barbería, una iglesia, una escuela y el Glenrio Tribune, publicado entre 1910 y 1934.
En los años 20, se pavimentó el camino de tierra que atravesaba el pequeño pueblo para convertirlo en parte de la carretera Ozark Trails. Por entonces, Glenrio ya disponía de más tiendas, hoteles/moteles, estaciones de servicio y cafeterías.
Poco a poco, la ciudad creció ocupando un terreno fronterizo y dividió los negocios según la lógica empresarial de la época. Los bares y cualquier otro establecimiento que vendiera alcohol se situaron en Nuevo México (al otro lado de la frontera estaba prohibida su venta). Las estaciones de servicio se ubicaron en Texas ya que el impuesto a la gasolina era más alto en Nuevo México. El correo, que llegaba al depósito del ferrocarril, estaba en el lado de Texas, mientras que la oficina de correos de la ciudad estaba en Nuevo México.
En 1938 terminaron los trabajos de pavimentación de la nueva Ruta 66 y dos años más tarde se filmaron algunas escenas de Las uvas de la ira, el film basado en la inmensa novela de John Steinbeck. Fueron tres semanas muy emocionantes para este pequeño pueblo que nunca superó los 30 habitantes.
En esa época Glenrio se había convertido en una parada muy popular para los sufridos viajeros de la Ruta 66, ya que estaba situada entre las ciudades de Amarillo, Texas, y Tucumcari, Nuevo México, a una distancia los suficientemente grande (para los coches de la época) como para que tuvieran que hacer un descanso entre ciudad y ciudad.
En la década de los 50, la mayoría de residentes vivía de los negocios asociados a la Ruta 66, por lo que nada pudo salvar a la ciudad cuando, en primer lugar, cerró la estación de ferrocarril, y, más tarde, la I-40 substituyó a la vieja y lenta carretera principal de Glenrio. De la noche a la mañana, los pequeños negocios del pueblo se vieron desahuciados y los pocos residentes que quedaron se fueron reubicando en otros lugares.
Brownlee Diner o Little Juarez Cafe. El local inspiró a los realizadores de la película Cars (2006) que la utilizaron para sus animaciones.
Después de salir de la autopista, hay que tomar la intersección hacia la Ruta 66 para entrar en el Distrito Histórico, que abarca no sólo el tramo original de la antigua ruta 66, sino que también conserva varias estaciones de servicio, moteles y cafés del período comprendido entre 1926 y 1976, cuando era la carretera principal. Las pocas construcciones que quedan en pie están situadas en el lado norte de la carretera, en sentido oeste para el automovilista.
El primer edificio a la derecha de la carretera es una estación de servicio Texaco que data de 1950. Sorprendentemente, pese a soportar años de abandono bajo un duro clima, todavía conserva los surtidores de gasolina y su puerta de entrada originales. Joseph «Joe» Brownlee, nacido en Glenrio, construyó la estación y el restaurante adyacente. Su casa, donde vivía con su esposa Roxie y su hija Roxanne Travis, era un bungalow de la década de 1930 que aún se encuentra detrás de la estación de servicio. Roxanne todavía vive ahí (es la única habitante de Glenrio), así que hay que respetar su privacidad y estar atentos a los carteles de propiedad privada.
Su Pontiac Catalina de 1968, blanco y oxidado, sigue estacionado frente a la gasolinera, con un oscuro pasado que desconoce la gran mayoría de turistas y aficionados a la fotografía que se plantan frente él.
El edificio vacío junto a la Texaco también ha pasado por tiempos mejores. Era el Brownlee Diner (1952), que fue conocido más adelante como Little Juárez Cafe, que sirvió su última comida en 1973. En el panel de aluminio del techo todavía se puede intuir la palabra «Diner» y distinguir la silueta de un sombrero mexicano con las palabras «little Juárez» en el lado este. Las ventanas están cubiertas desde el interior por lo que no tiene mucho sentido desobedecer los carteles de «prohibido el paso», pues no se va a ver nada.
Ciento cincuenta metros más adelante, a la derecha está lo que queda del complejo del Texas Longhorn Motel, Cafe & Service Station, construido en 1955 por Homer Ereshman.
Este motel era una especie de «última oportunidad» para los viajeros de la Ruta 66, puesto que Glenrio estaba (está) situado a 70 km de Tucumcari, Nuevo México, hacia el oeste y a 120 km, de Amarillo, Texas, hacia el este, una distancia bastante larga para los coches de la década de los 50, especialmente porque en aquella época, los vehículos carecían de aire acondicionado, imprescindible durante los calurosos meses de verano.
Sus instalaciones permanecieron abiertas hasta 1976.
Texas Longhorn Motel, Cafe & Service Station. En el letrero grande se podía leer «first stop in Texas» en un lado, y «last stop in Texas» en el otro. El diamante arlequín rojo pintado en la pared y la torre que sostenía el letrero de la gasolinera eran típicos de una estación de servicio Phillips 66 de la década de 1950. Hoy (fotografía central), sólo queda la fachada y parte del letrero, ya prácticamente sin letras.
Es difícil imaginar el patio central del motel lleno de automóviles. Detrás de tanta dejadez, apenas se intuyen sus formas.
Este es el último edificio en TEXAS.
Ya en Nuevo México, hay pocas estructuras en pie. En 1930 John Wesley Ferguson construyó dos edificios adyacentes junto a la carretera: un motel de 8 habitaciones (1930) y el State Line Bar (1935). Unos treinta y ocho años después de su abertura, el State Line Bar sería el escenario de una tragedia que lo cerraría para siempre.
Caminar por fuera de la carretera y aventurarse hacia los edificios puede resultar tentador para los aficionados a la decadencia y la fotografía, pero hay que ir con cuidado y llevar botas o protectores ya que, a juzgar por la cantidad de agujeros que hay en el suelo, puede que la población de serpientes de cascabel sea grande. No es una tontería, el hospital más cercano no está, precisamente, a la vuelta de la esquina.
Antigua postal de los primeros años del State-Line-Bar-&-Texaco-Service donde se podía tomar una copa, repostar gasolina y comprar sellos. Foto: 66postcards.com
State Line Bar. En 1960, el bar fue remodelado y convertido en un edificio mucho más sencillo, con un revestimiento de hormigón y ventanas altas y estrechas.
Junto a lo poco que queda del State Line (la fachada), en el mismo lugar donde antes había una pequeña gasolinera, colapsada hace unos pocos años, ahora se encuentra el único negocio de Glenrio, un dispensario para el consumo de Marihuana (no se me ocurre un lugar mejor para levantar un club de cannabis). Un proyecto muy interesante que promete, además de sacarle un buen rédito a la historia olvidada de la ciudad, cuidar de lo poco que allí queda en pie.
El último edificio en pie antes de abandonar Glenrio es la maltrecha Oficina de Correos.
En 1925, un año antes de la inaguracion de la Ruta 66, como tal, John Wesley Ferguson (que después abriría un motel y el State Line Bar) construyó una pequeña gasolinera, que luego fue adquirida por por Jim Boyles ( o Broyles, según la referencia), quien la dirigió como Boyles Mobil Gas Station.
El sobrio edificio con forma de caja funcionó más adelante como oficina postal. Le faltan todas las puertas y ventanas, lo que hace que parezca aún más antigua de lo que realmente es. A un lado, escrito en la pared, todavía se puede leer «oficina de Correos».
Justo detrás de la oficina postal se encuentra el edificio en pie más antiguo de Glenrio (1910), conocido como la Casa del Ángel, usado en los años 30 y 40 por J. W. Ferguson para acomodar al personal que trabajaba en sus negocios.
Desde mediados de la década de los 50, el tramo de Ruta situado en Nuevo México incluía una pequeña mediana para separar los carriles en dirección este y oeste. Debido a la popularidad de la ciudad y la cantidad de tráfico que absorbía, la carretera se amplió a cuatro carriles y se agregó la mediana en el lado de Nuevo México.
Esta parte no ha sido repavimentada desde 1975 y hoy en día apenas circulan coches, pero en sus mejores tiempos, la línea estatal era atravesada por unos 3.500 vehículos al día. Ahora crece la hierba a través de las grietas en el asfalto en los cuatro carriles, pero vale la pena el corto viaje, aunque sólo sea para decir que se ha recorrido parte de la Ruta original de los años 50.
Unos cientos de metros más adelante en dirección oeste, la carretera principal se bifurca tímidamente, dejando a la derecha una antigua alineación de la Ruta 66 que se dirige hacia el viejo San Jon Creek Bridge. Si se quiere visitar el puente, tendrá que ser andando, ya que la carretera está cerrada al tráfico y hay que sortear una valla.
Por la izquierda, la Ruta 66 sigue un lento camino de grava hasta ENDEE, otro antiguo pueblo abandonado a 8 kilómetros de Glenrio (a estas alturas, una opción razonable es dar media vuelta y coger la I-40 hasta la siguiente salida ).
Muy pronto, en Glenrio ya no quedarán más que recuerdos, pues los pocos edificios que quedan en pie están demasiado expuestos y se están degradando muy rápidamente. Una pena porque, incluso en su estado de abandono, ha conservado un encanto único, reconocido por miles de viajeros y fotógrafos que han experimentado su extraña belleza.
Y es que, a pesar de los carteles descoloridos por el sol y las entradas cubiertas de maleza, no es difícil imaginar cómo pudo haber brillado en su apogeo.
Endee
Conducir a lo largo de este segmento es como viajar en el tiempo hasta finales de la década de 1920. Aunque no siempre fue así, las casas y estructuras abandonadas revelan el hecho de que ENDEE (1882) ha sido bastante ignorada por el mundo.
Hoy es otro más de los pueblos fantasma que se alinean en los márgenes de los tramos olvidados de la vieja Ruta 66. Alejada del ajetreo y el bullicio de la vida moderna, lo poco que queda en pie, un motel abandonado y unos «fotogénicos «baños modernos«, figuran en el Registro Nacional de Lugares Históricos.
Bard
Fundada en 1906, BART nunca llegó a ser una localidad muy grande (apenas 26 personas). Una vez tuvo una gasolinera, un garaje y una oficina de correos, aunque hoy ya no queda prácticamente nada más allá de las ruinas de esta última. Es más, es posible que uno se la salte mientras conduce.
San Jon
SAN JON es la primera localidad más o menos grande a la que llega en la Ruta 66 desde la entrada a Nuevo México por el este. Se fundó en 1902 y con la llegada del ferrocarril dos años disfrutó de cierta prosperidad, convirtiéndose en un importante centro ganadero.
La ciudad recibió un gran impulso cuando la Ruta 66 se alineó a través de la ciudad en 1926 gracias a negocios orientados a los viajeros, pero como muchas otras ciudades a lo largo de la Ruta 66, cuando la I-40 la pasó por alto (1981), la economía local se resintió y muchos de los negocios cerraron.
Hoy, San Jon es un lugar tranquilo donde el entretenimiento está en detener el coche y hacer algunas fotos de los viejos negocios de la hoy prácticamente desierta calle principal mientras se imagina cómo era la vida en la ciudad cuando todos ellos estaban abiertos. Aún se puede ver lo que queda de algunos talleres y moteles antiguos. Uno de ellos, el San Jon Motel todavía está en funcionamiento. Se construyó en 1946 y sigue siendo el primer y el último motel que queda en el pueblo. Lo anuncia un clásico letrero de neón con cuadrados amarillos y letras negras que deletrean la palabra «MOTEL».
Los restos de otro motel muy parecido, el Circle M Motel, distinguido fácilmente por un más que desgastado letrero que, igual que el San Jon, mostraba la palabra «Motel», se encuentran en la intersección con 11th St, nada más entrar al pueblo desde el este.
Esta antigua estación de servicio ya no bombea gasolina, pero parece que todavía está en servicio, ya que había algunas cosas almacenadas en su interior.
Estación de servicio y taller Texaco. Crédito fotos.
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Tucumcari
Apodada en su día «Six-Shooter siding», algo así como el «apartadero del revolver», Tucumcari nació gracias al ferrocarril, de la mano de la línea de Rock Island en 1901. Sus patrocinadores fueron cinco empresarios de Liberty, Texas, los hermanos M.B y A.D. Goldenberg, Jacob Wertheim, J.A. Street y Lee K. Smith, que compraron la tierra y donaron una parte para montar el campamento junto al tren.
La casa de M.B. Goldenberg está considerado como el primer hogar permanente de Tucumcari.
El primer tren de pasajeros llegó en 1902. A partir de entonces, la ciudad recibiría cuatro trenes de pasajeros al día, dos desde el este y dos desde el oeste.
El campamento inicial bautizado como Douglas, no tardaría en llenarse de comerciantes, tabernas, jugadores y forajidos, de ahí el sobrenombre… Algunos de sus primeros negocios fueron el hotel Waldorf-Astoria (1902), con 12 habitaciones que costaban 2$ la noche, el Monarch Saloon y una serie de tugurios para atender a los más canallas…
En 1910, Tucumcari ya tenía más de setenta negocios, escuelas y varias iglesias. Sobrevino la Gran Depresión y la ciudad pudo salir adelantegracias a los empleos que surgieron con la llegada de la Ruta 66.
Oficialmente, el nuevo campamento fue bautizado como Douglas, pero más tarde adoptaría el nombre de Tucumcari (mirador, en comanche) en referencia a las poéticas montañas que hacen de telón de fondo de la ciudad. Según una leyenda india, obtuvieron su nombre de dos jóvenes amantes, Tocom y Kari, que sufrieron una trágica muerte. Tocom murió en un duelo con un pretendiente rival y Kari se quitó su propia vida.
Con 6194 habitantes, en 1946 era una ciudad importante en el desierto de Nuevo México.
En la actualidad, con una población de más de 6.000 habitantes, Tucumcari sigue siendo próspera y no le faltan atractivos, como el Museo de Dinosaurios de Mesalands, que alberga la colección más grande del mundo de esqueletos de dinosaurios de bronce a escala real, el Museo Histórico, con una exposición sobre la Ruta 66, el mural más grande del mundo dedicado a la Ruta 66 o la visita a Tucumcari Boulevard.
Recorrer TUCUMCARI BOULEVARD es casi como retroceder sesenta años en el tiempo. Y es que todavía sobreviven bastantes negocios de los tiempos en que era la «ciudad de las 2.000 habitaciones», como el Tee Pee, el Blue Swallow o el Palomino, muy valorados por los viajeros de la Ruta 66.
Al entrar a la ciudad por aquí, por la antigua Ruta 66, hay un puesto comercial muy visitado por los viajeros, el TEE PEE CURIOS. Esta tienda de regalos empezó en la década de 1940 como una gasolinera y una tienda de alimentación. Con la nueva carretera en 1959, quitaron la gasolinera, se añadió la entrada con forma de tee pee y esta evolucionó hasta la actual tienda de regalos.
Probablemente, el lugar más reconocible y fotografiado de la ciudad sea el BLUE SWALLOW MOTEL, cuyas señas de identidad son un viejo neón y su histórica golondrina azul. Ambos siguen iluminando el paso de vehículos por la noche, invitando a parar y descansar en sus legendarias instalaciones.
El Blue Swalow Motel. El encargado (propietario?) no tiene ningún problema en mostrar las instalaciones de este mítico hotel
Otro de los reclamos de la ciudad de Tucumcari son los espectaculares MURALES que adornan sus paredes. Además del mural del Lowe´s Supermarket, de casi 40 metros de largo por 7 de alto, hay muchos más repartidos por el pueblo. La mayoría se pueden encontrar a lo largo de la calle principal, Tucumcari Boulevard, o en sus alrededores, pintados en los negocios, casas, muros o estacionamientos. Otros están algo más alejados. Su temática es diversa. Mientras que algunos reflejan aspectos de la Ruta 66, otros están basados en la historia de la ciudad o el lejano oeste.
El mural del Lowe´s Supermarket, en la Tucumcari boulevard con 2nd St., es el más grande del mundo dedicado a la temática de la Ruta 66. Mide casi 40 metros de largo por 7 de alto.
Es difícil encontrar un mapa de su ubicación (aunque en algunos establecimientos hay algo parecido) así que lo mejor es, simplemente, dar un paseo por el pueblo y encontrar tantos como se pueda. Puede ser divertido.
En el 2202 W de Tucumcari Boulevard se encuentran las ruinas desoladas del histórico PARADISE MOTEL & CAFE, construido en 1950 y cerrado en los 90 St. Los clásicos letreros de neón fueron retirados después de que la el edificio sufriera dos incendios en menos de seis meses en 2017 y 2018. Clovis Signs, la empresa de letreros de neón más cercana a Tucumcari, los compró para restaurarlos y sumarlos a su colección personal.
Los grafitis, los techos destruidos, las paredes quemadas, los muebles desparramados crean una atmósfera muy tétrica, pero ideal para los amantes de la fotografía urbex.
Hay que reservar un tiempo razonable para hacer docenas de fotografías antes de salir de nuevo a la carretera y dirigirse hacia Montoya, Newkirk, Cuervo y Santa Rosa.
Montoya
Montoya nació en 1902 como un punto de carga para el Ferrocarril, que transportaba mercancías y suministros para los aldeanos y los ranchos ganaderos de la zona. El asentamiento inicial, a medio camino entre Tucumcari y Santa Rosa creció y atrajo nuevos capitales, como el de G.W. Richardson, un comerciante de Missouri que abrió una tienda en 1908.
En 1918, Nuevo México comenzó a mejorar la carretera entre Tucumcari y Santa Rosa, lo que provocó un aumento de tráfico a través de la ciudad. Al igual que los ganaderos y los trabajadores del ferrocarril, los constructores de carreteras impulsaron la economía del pueblo… y la tienda de Richardson (en 1925, el mismo año que se realizaron las mejoras en la carretera, Richardson reubicó su tienda más cerca de la carretera y reemplazó su modesta construcción de madera por un edificio de piedra arenisca roja).
Cuando la Ruta 66 se abrió paso, se abrieron nuevos negocios para satisfacer a los desplazados por la Gran Depresión y el Dust Bowl en primer lugar y, más adelante, para acoger a los primeros turistas que se detenían en Montoya para abastecerse de comida y gasolina. En aquellos días, la Richardson’s Store era una parada muy popular.
En 1956 el tráfico se desvió hacia la nueva interestatal 40, y aunque había una salida cercana, el paso de vehículos se redujo dramáticamente hasta que finalmente el pueblo se abandonó. Ahora todo lo que queda aquí no son más que recuerdos que representan sueños perdidos y esperanzas fallidas.
Hoy, Montoya tiene algunas casas dispersas, los restos de la Richardson´s Store, que figura en el Registro Nacional de Lugares Históricos, y que es primer sitio visible al entrar en el pequeño poblado abandonado, algunos (pocos) edificios en ruinas, una antigua iglesia y un cementerio.
La tienda estaba junto a una arboleda con mesas para picnic y vendía víveres, recambios para automóviles y suministros de trabajo a turistas, residentes y ganaderos locales. También ofrecía servicio postal y, como otras tiendas locales de la época, era un lugar de reunión popular para la comunidad.
Richardson´s Store funcionó hasta que, a mediados de los 70, falleció su propietario. Desde entonces, y durante más de 20 años, Charles B. Domínguez, un amigo de la familia, se ocupó de ella, aún estando vacía. Durante ese periodo, la tienda ofreció una oportunidad perfecta para viajar en el tiempo, pues se cerró con todo lo que quedaba en los estantes. Más allá de una cerca metálica, los visitantes podían ver las antiguas bombas de gasolina, que hablaban de tiempos mejores, cuando el precio de la gasolina era de 64 centavos el galón.
En su día, el edificio se valló en espera de una reparación que nunca llegó. Actualmente está completamente desahuciado. Su pórtico colapsó hace años y el edificio en sí está muy deteriorado. Apenas se dejan ver las letras descoloridas que anunciaban «Richardson Store».
Entre 1930 y 1940, los viajeros encontraron algo frío para beber bajo los altos olmos que daban sombra a Richardson Store que fue diseñada para ser lo más fresca posible, con un gran pórtico al frente que daba sombra a las ventanas y a las bombas de gasolina.
La tienda de Richardson´s fue incluida en el Registro Nacional de Lugares Históricos en 1978, lo que no ha evitado que lo único que quede sea un viejo edificio colapsado ( la primera foto es previa a 2014, antes de que el techo de la cubierta de la entrada se derrumbara ). Foto: Ammodramus
Otra de las estructuras que llama la atención en Montoya es un antiguo edificio de piedra de dos pisos que permanece en pie en medio de la nada. Data de principios del siglo XX, mucho antes de que la Ruta 66 atravesara el pueblo, y fue construido por Sylvan R. y Maria Ignacia Hendren como una vivienda de cuatro habitaciones. Los residentes de Montoya la llamaban cariñosamente «Casa Alta».
Tampoco hay hay que perderse el cementerio local de 1910 y la iglesia de Santa Juana de Arco. En el cementerio, en un extremo del pueblo, hay una tumba a nombre de Cirilio Martínez (n. 1906 – m. 1976). Data de 1910. No lo adornan más que arbustos y el ruido del tráfico de la I-40. La inscripción en la puerta de la iglesia reza «Iglesia de Santa Juana de Arco En Memoria de Cirilio Martínez». Es un edificio modesto de un sólo habitáculo, pintado de blanco, con cubierta a dos aguas, cuya cúspide tiene una cruz sobre la entrada. En su interior se pueden ver unos bancos y un altar austero.
Newkirk
NEWKIRK es otro másde los muchos pueblos a lo largo de la ruta 66 que se desvaneció rápidamente después de que la interestatal lo pasara por alto. Como Montoya y otras tantas localidades del suroeste, Newkirk se fundó en 1901 cuando llegó el ferrocarril. El asentamiento original se conoció como Conant, en honor a un ranchero local, pero se cambió por el nombre de la ciudad natal de otro de los nuevos habitantes, Newkirk, Oklahoma.
Nunca llegó a ser una gran ciudad. No pasó de 115 habitantes, 2 gasolineras y 2 cafes en su mejor época (alrededor de 1946). Hoy es un pueblo fantasma que conserva un par de estaciones de servicio abandonadas y algunos edificios de lo que alguna vez fue una bulliciosa calle principal.
Lo primero que llama la atención al entrar en Newkirk por el este es que hay una gasolinera en funcionamiento. Es la antigua estación de Whiting Brothers que ha sobrevivido al paso del tiempo y sigue en marcha, a pesar de los cambios. Pasadas las ruinas de una antigua oficina de correos, tienda y gasolinera Shamrock creada en 1910, se encuentran los restos de otra estación de servicio abandonada . Un cartel descolorido anuncia que se llamaba Wilkerson’s. Cuando abrió la interestatal, el negocio se desplomó y agonizó hasta 1989, año en que, finalmente tuvo que cerrar.
Este antiguo edificio (1910) fue una vez una gasolinera, una oficina de correos y una tienda. Aunque sigue en pie, está totalmente abandonado. Debajo del dosel todavía se pueden ver las letras descoloridas que anuncian el negocio. Foto: Ammodramus
La antigua tienda y gasolinera Wilkerson´s está en ruinas, el dosel se está derrumbando y los tableros que una vez anunciaron la marca de gasolina Gulf, se están desvaneciendo. En uno de los laterales del edificio apenas ya se puede leer «Wilkinson’s Country Store. Sold ice, groceries and Gulf gasoline».
A sólo 14 km de distancia de Newkirk por la Ruta 66 se encuentran los edificios abandonados que conforman el casco antiguo de Cuervo.
Cuervo
En 1946 CUERVO tenía una población de 128 habitantes. Hoy es casi un pueblo fantasma con un centro histórico salpicado de ruinas a ambos lados de la carretera. No queda más que algunas casas dispersas, un par de iglesias (una de ellas todavía abierta) y una gasolinera Texaco de los 40-50 que está abandonada. Vestigios de un pasado mejor que no dejan de ser una oportunidad interesante para explorar fotográficamente.
Como sus vecinas, la ciudad se fundó en 1902, cuando el ferrocarril que expandía sus vías hacia el oeste construyó una estación, que denominó «Cuervo». Con ella también llegó la oficina de correos, que se abrió ese mismo año. Con el auge de la Ruta 66, a partir de 1926, se abrieron algunas estaciones de servicio y varias tiendas para atender a los viajeros. Con todo ello, el pueblo creció y levantó un par de iglesias, que todavía se tienen en pie.
El sistema de carreteras interestatales que se creó en 1956 llegaría a Cuervo a fines de la década de 1960, por lo que el tráfico dejó de fluir por su calle principal y la economía local se hundió dramáticamente.
Santa Rosa, la próxima parada, está a sólo unos treinta quilómetros de distancia por la antigua Ruta 66.